Introducción:
Me gustaba muchísimo de pequeño el té Lipton, más que el refresco. De hecho, hasta la fecha aún me gusta, pero tiene años que no tomo uno. También el té Arizona, y me acuerdo que había uno que se llamaba PEACE TEA allá por el 2014, por ahí. El tema es que un día descubrí que también me encanta el alcohol.
No obstante, mucho azúcar y además mucho alcohol no le hacen bien a mi cuerpo, entonces un día decidí que dejaría de tomar alcohol más que en ocasiones especiales y espero en un futuro ya de plano no tomarlo.
Entonces un día se me ocurrió: ¿Por qué no hago alcohol con té? Y ahí todo cobró sentido. Me he pasado todo este tiempo buscando cómo hacer que las cosas sepan como alcohol y aquí dejo mis descubrimientos:
El té de sobre: lo que no nos cuentan.
Los tés que venden en sobre son los residuos del buen té, o sea, realmente pagamos mucho por lo que mucha gente conocedora o fanática del té considera basura. Si eres alguien que le gusta mucho el té, sabes que lo bueno es el té de hoja suelta. Entonces sabes, como yo, que los tés de sobre son realmente malos. Y sé que hay gente a la que sí le gustan, y eso no tiene nada de malo; a mí también me gustan alguna que otra marca.
No obstante, el té de sobrecito es muy, pero MUY fácil de «arruinar», haciéndolo que sepa medio fuerte, amargoso o terroso, lo cual tiene una sensación rara en la boca, como de resequedad...
...¡¡¡algo así como el alcohol!!!
Esto último es revelador para mí, porque el té barato es excelente para este propósito. Ya que ocupamos un sabor amargo y seco, me ha servido muchísimo para simular un whisky, que es lo que para mí se asemeja más al sabor. Es su propia cosa.
Con este método no hay forma de equivocarse.
Ya que el té es de una calidad mala, el sabor es simplemente una base. Si estuviéramos haciendo exclusivamente té, sería una pérdida total. No obstante, ¡estamos haciendo otra cosa!